En Córdoba no hay batallas pero la ciudad cuenta miles de muertos. Y décadas de desmemoria. Un olvido diseñado por la dictadura, como un muro de la vergüenza que las familias de las víctimas derriban a golpe de dignidad. Es la trágica dualidad de un país atado a la impunidad del genocidio franquista y encarnado en el empuje que alienta la denominada causa de los 4.000 desaparecidos.
María, 17 años, de Almodóvar del Río. José, 15 años, de Montilla. Antonio, 16 años, de Linares. Son algunas de las personas que los golpistas asesinan y entierran en los cementerios cordobeses junto a decenas de jornaleros, maestras, cabreros... y sindicalistas, políticos, periodistas y militares leales a la democracia. Un listado que engarza el objetivo político de los crímenes.
Huesos rotos a golpes. Y un proyectil para fusil Mauser. El primer esqueleto femenino localizado en La Salud certifica la existencia de las fosas del franquismo. Como el resto de cuerpos con evidencias de muerte violenta, 21 en la primera fase. Córdoba sigue buscando a víctimas de la capital y de Baena, Cabra y Fuente Obejuna, entre otras. O de Jaén, Sevilla, Madrid, Badajoz o Cádiz. Y voluntarios de las Brigadas Internacionales de países como Alemania, Brasil, Francia, Italia, Polonia, Rumanía o las antiguas Checoslovaquia y Yugoslavia.
Desde julio de 1936
De enero a marzo de 2019
Juan Manuel Guijo, Elena Vera, Jesús Román, Carmen Jiménez, Virginia Barea, Juan Carlos Pecero y Julio Guijarro
Juan Miguel Baquero