Monturque asume la sublevación desde la misma noche del 18 de julio. Calca los pasos de otros pueblos. No hay resistencia ni represalias contra derechistas. A las pocas horas, de todas formas, los rebeldes practican detenciones ilegales. La violencia arrecia dejando una huella eterna el 24 de agosto del 36 con el crimen que arrasa en la Casilla de Cubero con un grupo de vecinos de Cabra. Raimundo García abre una humilde maleta. Saca un pañuelo, un paquete de tabaco, documentos, unas gafas destrozadas y una chaqueta y una camisa agujereadas por los tiros que matan a su abuelo, Miguel Moreno Antequera. La escena marca la presentación en 2009 del libro Monturque durante la guerra civil (1936-1939), de Francisco Luque. La obra contextualiza aquellos sucesos y enmarca el relato histórico que permanece salpicado de ignominia.
La pequeña cantera que sepulta a los egabrenses resiste como un infierno furtivo. Una obstinación que tuerce el trabajo arqueológico al rescatar a siete víctimas. La fosa mide casi cuatro metros de largo por uno de ancho. Junto a los huesos hay una boquilla de fumar, un peine, medallas, monedas, trozos de tejido y proyectiles. La excavación confirma la matanza. No hay tanta suerte en la Estacada de los Muertos, donde los fascistas también fusilan a jornaleros de Priego de Córdoba.
Finca Casilla de Cubero
24 de agosto de 1936
De abril a julio de 2017
Andrés Fernández, Cristóbal Alcántara y Eloísa García
Juan Miguel Baquero