La caza al antifascista está enquistada como una obsesión del franquismo. El régimen dictatorial vende el hostigamiento a la guerrilla como un escarnio contra quienes tilda de “forajidos”. Y la sierra amanece como una trampa mortal el 5 de julio del 48 para Andrés Molero Redondo y Francisco Romero Huertas, vecinos de Cerro Muriano abatidos en las Minas de las Traviesas.
“La guerra ha terminado”, proclama Francisco Franco el 1 de abril del 39 en el último parte de la guerra civil española. Justo el décimo aniversario de esa misiva, los franquistas matan a Rafael Luque Lindo y José Luna, alias Ratón. Los cuerpos inertes quedan exhibidos durante días en el pueblo. Es la pedagogía del terror. “Los pusieron tirados como a perros”, recuerda José López, entonces un niño de 12 años que guarda en su memoria la siniestra escena.
El proceso de búsqueda ofrece resultado positivo: ahí está la tumba de Romero. Y la de Molero, al que espera su hijo, Pablo Andrés, entonando una frase lapidaria: “Al cabo de 67 años voy a ver los huesos de mi padre, nací el mismo día que a él lo mataron”. Los Procedimientos Militares describen la ubicación de los enterramientos, los supuestos delitos y hasta la apariencia física y la vestimenta de los maquis. Los cuerpos de Lindo y Ratón no han sido localizados.
Cementerio municipal
5 de julio de 1948
De octubre a noviembre de 2015
Andrés Fernández, Cristóbal Alcántara, Maribel Brenes y Francisco Melero
Aratispi Patrimonio