Juan Aperador mira por última vez los ojos de su hijo. “Niño, no llores que a tu padre no le va a pasar nada”, dice. Él tiene 42 años y su criatura, diez. Gastan el mismo nombre. Corre el 18 de diciembre de 1948 y la Guardia Civil detiene en la nca Fuente de la Sierra al pastor junto a su cuñado, el porquero Rafael Fernández –ambos vecinos de El Guijo–, y al casero Pedro Castillo. Un día después, están muertos a balazos. El asesinato de cuatro franquistas en el cortijo Los Pozuelos tiene en vilo a las autoridades de la dictadura. No encuentran culpables. Y ejecutan estas detenciones aleatorias bajo la acusación de contacto con la guerrilla. “A los 58 años de su muerte, por n hemos podido llevarle ores a mi padre”, dice Juan Aperador, hijo, rompiendo el mal bajío de la desmemoria en el Día de Todos los Santos de 2006.
La tierra conserva los cuerpos apilados en un rincón del cementerio. Surgen balas y restos óseos con evidencias de muerte violenta por arma de fuego. Los tres han sido tiroteados por la espalda, uno tiene un disparo en la sien. El estudio genético de los laboratorios de la Universitat Autònoma de Barcelona y la Universidad de Granada pone nombre y apellidos a los huesos. Juan, Rafael y Pedro reciben un segundo entierro, digno esta vez.
Cementerio municipal
19 de diciembre de 1948
De octubre a noviembre de 2006
Manuel Vacas, Carmen Jiménez y César Pérez
Rosa García Aperador